Ella era de esas
señoritas solteronas de pueblo que todo el mundo conoce. La llamaban la
señorita Caridad o la señorita Cari. De joven trabajó como acomodadora en el cine y como secretaria, pero por lo que
más se le recordaba era por ser la bibliotecaria del liceo y por su maña de contar cada página una vez que los libros
eran devueltos. Para Marcel José ella era sólo su tía.
Aquella tarde,
como todas, la tía Cari llegó al abasto de Yolanda, tomó a Marcel de la mano y
se lo llevó a su casa, tan de prisa que el pequeño de cinco años casi iba a
rastras. Cuadra y media más allá, entraron a la casa y siguieron a la cocina que
estaba en el fondo. Ella coló el café, lo sirvió en dos tazas pequeñas, sacó
cuatro bizcochos de una bolsa plástica y los distribuyó en dos platos de
postre. Colocó todo en una bandeja y llamó al sobrino que curucuteaba la
colección de vericuetos de la sala.—¡Venga rápido hijo que vamos a hacer un
mandado!—.
Merendaron. La
señorita Cari se la devoró, se levantó y fue a cambiarse. Salió con un vestido
gris manga larga y los labios pintados color naranja muy claro. Marcel aún no
terminaba. —Coma rápido que nos van a cerrar la lavativa—. Agarró la cartera, tomó
al niño de la mano y salieron a la calle caminando siempre rápido.
Llegaron a una
tienda de ropa para damas y después del protocolo del buenas tardes y qué
desea, pasaron a la parte posterior de la tienda. La señorita Caridad buscaba
un suéter para un regalo. Se distrajo viendo los colores y el grosor de los
tejidos. Marcel José se fue alejando, llegó a la entrada de la tienda y se
asomó a la calle. — ¡Señora, su nieto se está yendo!—, le gritó la encargada
que seguro venía de un pueblo vecino e ignoraba el estado civil de la
solterona.
Como si la
hubieran insultado, la señorita Caridad levantó la mirada con su rostro
colorado. —Él no es mi nieto, él es mi sobrino; y yo no soy señora, yo soy
señorita. Buenas tardes—. Dio media vuelta y buscó al niño. Salieron igual de
apurados como llegaron. En el camino a la casa las cosas cambiaron con cada
“buenas tardes señorita Caridad” que le decía la gente, porque así es como se
trata a una señorita como ella.
Interesante...me gustaría conversar de algo laboral, saludos
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